Según diversos estudios en psicología afectiva, el cerebro humano tiende a obsesionarse más con aquello que no puede tener. No es romanticismo: es dopamina, incertidumbre y una necesidad casi infantil de validación. Pero detrás de esa explicación científica hay algo mucho más crudo que nadie quiere admitir.
- Te atrae quien no te corresponde porque confirma tu herida más antigua: la sensación de no ser suficiente.
-
Te quedas esperando migajas porque confundes tensión emocional con amor.
- Idealizas a quien te ignora porque es más fácil fantasear que enfrentar tu propio vacío.
- Y lo peor: llamas “conexión” a lo que en realidad es un patrón repetido de abandono.
La polémica está en que muchos prefieren seguir persiguiendo imposibles antes que mirar hacia adentro. Es más cómodo culpar al destino que aceptar que uno mismo se sabotea.
La verdad incómoda es que no te enamoras de la persona…
te enamoras del dolor que ya conoces.
Y si duele leerlo, es porque en el fondo sabes que es cierto:
no te rompen el corazón… tú sigues entregándoselo a quien nunca lo pidió.

0 comentarios:
Publicar un comentario