El
papel moneda, más coloquialmente conocido como billete, tienen su origen en China en
el siglo VII, pero su uso no fue oficial hasta el año 812 (siglo
IX). La importancia de un medio de cambio que facilitase el comercio entre
los habitantes de una población hizo nacer a la moneda como
medio de cambio.
Los
billetes actuales se elaboran con papel especial hecho de fibras alargadas de
algodón y con técnicas de impresión complejas, como la marca al agua, hologramas y tinta
invisible, para evitar la falsificación.
A
menudo la composición del papel incluye lino, algodón u otras fibras
textiles. Seleccionadas las fibras largas y cortas de algodón, son trituradas y
mezcladas en proporción determinada con agua, lo que conforma la pasta base del
papel en las llamadas “pilas holandesas o cubas blanqueadoras".
Allí, el material es reducido y compactado hasta la obtención de la consistencia final del producto. Algunos países, como Australia, México, Brasil, Paraguay, Chile, Guatemala, Nueva Zelandia y Hong Kong, producen billetes de polímero para aumentar su resistencia a lo largo de su uso, y para permitir la inclusión de una ventanilla transparente de unos pocos milímetros, una característica de seguridad muy difícil de reproducir con técnicas normales de copias.
Medidas de seguridad
Para
evitar falsificaciones, se emplean distintas medidas de seguridad:
Marca
de agua o filigrana: el papel tiene una o más imágenes formadas por
diferencias de espesores que se ven al trasluz.
Blanqueador:
se usa papel sin blanqueadores ópticos —de esta forma no puede
falsificarse usando papel común— o se lo emplea sólo en una región. Esto puede
detectarse empleando una fuente de luz ultravioleta.
Relieves:
el papel tiene relieve en distintas partes.
Tinta
ópticamente variable (OVI): es una tinta que cambia de color según el
ángulo del observador y la incidencia de la luz.
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